martes, 8 de octubre de 2013

La gata de la escritora

Se nota que ha llegado el otoño. No es que haga mucho frío todavía, pero sí el suficiente para que sea agradable acurrucarse en un lugar calentito de la casa, y cual mejor que el escritorio de mi compañera humana: La Escritora.

Ella es friolera, mucho, casi tanto como yo, y siempre mantiene templada la zona de su escritorio. Ventanas cerradas, el sol entrando a raudales a través del cristal... y en invierno, cuando el frío es más crudo, enciende siempre la chimenea antes de sentarse a teclear.

Ha colocado una cuna mullida sobre la mesa, justo al lado del teclado. Cuando por fin entendió que yo quería mi propio asiento a su lado, eso nos facilitó mucho la vida a las dos. Antes me sentaba sobre ella, sobre sus papeles, sobre el teclado... (sí, a veces yo también quería poner mi granito de arena en sus novelas) Al final ella se irritaba y yo estaba incómoda. Menos mal que la muy humana al final entendió lo que para todos es obvio: yo necesitaba un sitio, mi propio lugar en el mejor sitio de la casa...

Me gusta el sonido de las teclas, el olorcillo suave del incienso, y también cuando me deja probar el tazón de leche caliente que se prepara para empezar el día.

Puedo pasarme todo el día a su lado, sólo cambiando un poco de postura de vez en cuando y ronroneo cuando ella, distraída, me pasa la mano por el lomo o me acaricia detrás de las orejas.. Hummmm... ¡eso me gusta mucho!

Sospecho que a ella también le gusta tenerme así. Hemos llegado al acuerdo de que yo no interfiero en sus escritos, pero de vez en cuando, me deja el ordenador encendido y yo dejo pasear mis almohadillas por las teclas un rato. Así le dejo mensajes.

¡Huy!, creo que ya vuelve... a ver... ¿cómo era esto? Ah, sí... guardar, publicar... ¡Listo!

Menuda sorpresa le espera cuando vea mi pequeña reflexión entre los post de su blog ¿le gustará?


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